LUCILA BEAUDOIN – EDUARDO DUBOR

Obra: «Habitar la sombra»

Instalación: 2 piezas cerámica bizcochadas y esmaltadas,
13 fotografías, video en tablet y texto.

Según Carl Jung, la sombra es el lado oscuro del yo. Intangible, borrosa, supone en cada cultura un devenir de principios relacionados con emociones oscuras, nocivas, imprudentes, vergonzosas… ¿Quién puede hacer de su sombra un estandarte, un espacio habitado, donde se juegue la belleza y la aceptación en un completar el ser como dualidad constructora, regente de nuestras decisiones y actos? Manipulados desde nuestra conciencia construida sobre estructuras que cimientan la oscuridad como mala y fea opuesta a la claridad como bella y buena, nos encontramos navegando en este sin fin de caminos, intentando no mostrar, no ser, no tener, no habitar en nuestra sombra, desechándola, escondiéndola, sin comprender lo que ella proyecta en la claridad… cual registro de existencia por efecto. Divorciada de la luz, pero indispensable en su dual existencia, la incerteza, la no claridad, relegada, crece y se eclipsa en el abandono. ¿Podrá la sombra ser suprimida en sus efectos de belleza? Junichiro Tanizaki en “El elogio de la sombra” dice “La belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra, al contrario de los occidentales que se esfuerzan por eliminar radicalmente todo lo que sea suciedad, los extremo orientales la conservan valiosamente y tal cual, para convertirla en un ingrediente de lo bello (…) Como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra”.