Nací en 1959 en Buenos Aires, vivo y trabajo en Las Flores, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Soy, entreveradamente, artista plástico, payador, titiritero y un poco actor.
Adolescente estudio y luego trabajo con la pintora Cristina Arraga.
Egresé de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano en 1987.
En 1986 realizo mi primera muestra de dibujos y grabados “Los desaparecidos de la conquista del desierto”, fruto de mis viajes por la provincia de La Pampa.
En 1988 comienzo a dar clases de arte en escuelas rurales del partido de Las Flores.
A partir de 1996 publico durante 20 años la tira de humor gráfico “El Tungo” en el periódico Acción Regional.
Participo en los proyectos de Mapa Espacio de Arte desde su fundación en 2012, participando en exposiciones colectivas e individuales, como «Desfile Criollo» en conjunto con Eduardo Dubor, en «Croteadas» en 2014, «El Tungo 20 años» en 2016, «Desparramando Incertidumbres» en 2018. En la trastienda de la galería se expone parte de mi trabajo plástico.
Vivo, casi continuamente, en gira con mi unipersonal “A perro, perro, Martín Fierro” desde el año 2009, donde cruzo los distintos lenguajes que abordan mi producción artística.
Viajo. Viajar se convirtió en una parte fundamental de mi trabajo. A caballo un tiempo, buscando los rastros ranquelinos en los montes pampeanos. En distintos transportes públicos para llegar a las jineteadas, encuentros de payadores, eventos populares en los que participo y donde encuentro la temática que luego se convierte en imágenes. En moto, en la actualidad, como payador y titiritero; improvisando, diciendo versos, con el teatro y el elenco a cuestas.
Grabe mis letras con música de Juan Carlos Maddío, ilustro con cierta asiduidad libros de distinto tipo; en 2018 con la editorial “La Flor Azul” publicamos “La lengua del viento” una recopilación de 30 años de trabajo de crónicas y poesías.
Quiero creer que las producciones artísticas actuales no conocen divisiones o fronteras del tipo “popular/culto”; “arte mayor/arte menor”.
No creo en ninguna clase de etiquetas.
Apuesto a un sano tiempo en el que el “todos” se transforme en el “tuites”.
La obra de Pablo Díaz está exenta de estereotipos. No aparece lo evidente y recurrente de la pintura campera en la reiteración de estereotipos del caballo y del paisano. No cae en el facilismo del clima bucólico, ni en la mera caricatura. En una primera mirada ya se observa que hay una indagación de lo profundo, de lo trascendente. El protagonismo está en “la pampa”. Por supuesto que concurren el paisano y su caballo, no podría ser de otra manera, lo que se pretenderá demostrar aquí es dichos protagonistas se conjugan en una historia, en un relato, en un drama situado en la pampa; convirtiendo así a ella en la verdadera protagonista. Aparece la pampa en la forma y en el contenido. Partamos de la forma, la pintura de Díaz es horizontal, apaisada.